Psicología consciente y psicología positiva: El giro de la salud mental hacia el ser

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Scarlet Ibarra (Sca)
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Psicología Expandida
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Jul 6, 2025
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Durante décadas, la psicología tradicional ha operado desde un paradigma correctivo, centrado en la patología, el diagnóstico clínico y la reducción del síntoma. Pero en los últimos años, y con mayor fuerza tras la pandemia global, una corriente disruptiva, profundamente humana y transformadora ha comenzado a resonar con fuerza en todo el mundo: la psicología consciente y la psicología positiva. Dos enfoques hermanados por una visión revolucionaria: no tratar el dolor como una falla, sino como una puerta al ser.

De curar al alma, a comprenderla

“La psicología tradicional ha sido eficaz en detectar lo que está mal. Pero aún debe avanzar hacia comprender lo que puede estar bien”, escribió Martin Seligman, padre de la psicología positiva, en su obra La auténtica felicidad. En el año 1998, cuando presidía la Asociación Americana de Psicología (APA), propuso un cambio de foco: estudiar las fortalezas humanas tanto como los trastornos.

Ese llamado sembró las bases de la psicología positiva, una ciencia basada en el florecimiento, el bienestar y el sentido de vida, que hoy —casi tres décadas después— ha demostrado ser más que un movimiento: es una de las disciplinas más investigadas en las universidades de élite del mundo, desde Harvard hasta Stanford.

Al mismo tiempo, en círculos alternativos y académicos ha emergido la psicología consciente, una aproximación integradora que bebe de la meditación, las neurociencias, la espiritualidad no dogmática, el mindfulness, el trauma somático y el coaching ontológico, para crear una mirada del ser humano que ya no se fragmenta entre “mente” y “alma”, sino que reconoce su totalidad.

Datos que sostienen el cambio

El aumento de interés en estos enfoques es más que una moda: es una tendencia respaldada por datos contundentes. Según Google Trends, las búsquedas globales relacionadas con “psicología positiva” han crecido un 142% en los últimos 10 años, mientras que “terapia consciente” y “mindfulness therapy” se han cuadruplicado.

En paralelo, estudios del World Happiness Report 2024 revelan que los países con mayor inversión en educación emocional, autoconocimiento y terapias integrativas presentan índices más altos de resiliencia y propósito vital, incluso en contextos de crisis económica o política.

Por ejemplo, en Dinamarca y Finlandia, donde estas prácticas están incorporadas en escuelas y programas estatales, el 74% de la población afirma tener un alto sentido de vida. En contraste, en países donde predomina un enfoque biomédico y sintomático de la salud mental, como EE. UU. o Reino Unido, ese porcentaje apenas supera el 40%.

¿Qué es la Psicología Consciente?

La psicología consciente no está formalmente institucionalizada como corriente clínica, pero se articula como un enfoque transdisciplinario que integra la atención plena, la presencia, el trabajo con la energía, el cuerpo, la historia emocional y el propósito de vida.

Su punto de partida no es el trauma, sino la conciencia del trauma. No busca solamente aliviar el síntoma, sino devolver a la persona la autoridad interna para reinterpretar su historia y reconectar con su esencia. Aquí, la pregunta no es “¿Qué te pasó?”, sino “¿Qué historia te estás contando sobre lo que pasó?”.

Según Gabor Maté, médico y autor de El precio del estrés, “toda enfermedad psíquica es, en algún nivel, un grito del alma pidiendo reconexión”.

Y es justamente esa reconexión lo que diferencia este enfoque: el retorno al ser como brújula terapéutica.

Más allá de la mente: espiritualidad sin religión

Uno de los aspectos más disruptivos de la psicología consciente es su inclusión —sin dogmas— de la dimensión espiritual. A diferencia de la psicología tradicional, que ha tendido a evitar lo intangible, la psicología consciente considera la intuición, la meditación, el propósito y el sentido existencial como aspectos fundamentales del bienestar duradero.

La Universidad de Yale y el Center for Healthy Minds de la Universidad de Wisconsin han comenzado a estudiar cómo la conexión espiritual (independiente de religiones) se correlaciona con una mayor salud mental, menor incidencia de adicciones y mayor longevidad.

De hecho, un estudio publicado en JAMA Psychiatry en 2023 reveló que las personas que desarrollan prácticas espirituales no religiosas tienen un 30% menos de riesgo de recaídas en trastornos del ánimo, en comparación con quienes no lo hacen.

Del diagnóstico a la transformación

El cambio de paradigma es claro: mientras la psicología tradicional busca definir etiquetas (depresión, ansiedad, trastorno límite…), la psicología consciente propone dejar de cosificar la experiencia humana para empezar a habitarla.

“Lo que antes llamábamos ataques de pánico, hoy podemos comprenderlo como el lenguaje del cuerpo que nunca fue escuchado”, explica la psicóloga argentina y terapeuta transpersonal Inés Olivero.

En la misma línea, programas de formación como los del Mindfulness-Based Cognitive Therapy (MBCT) o la Compassionate Inquiry de Gabor Maté, están ayudando a miles de terapeutas a integrar un modelo más completo, más compasivo y más consciente.

Herramienta de vida, no solo de crisis

Una de las mayores críticas a la psicología tradicional es que suele intervenir en momentos de colapso. En cambio, tanto la psicología positiva como la consciente se ofrecen como herramientas de desarrollo continuo, no reactivas sino proactivas, que se practican incluso cuando “todo está bien”, porque no se trata de arreglarse, sino de evolucionar.

El auge de estas prácticas también ha llevado a que más personas integren estos principios en sus vidas diarias: más de 275 millones de personas en el mundo hoy meditan regularmente, según The Global Wellness Institute (2024), y una parte creciente lo hace con acompañamiento terapéutico.

Hacia una salud mental del futuro

La salud mental del futuro no será solamente la que medicalice menos, sino la que entienda al ser humano en todas sus dimensiones: emocional, biológica, energética, espiritual y colectiva. El nuevo mundo necesita terapeutas más humanos y personas más despiertas.

Porque sanar no es volver a ser el de antes.

Es recordar lo que siempre fuimos.