El suicidio, la desconexión y la deuda emocional del colectivo: una llamada urgente a la acción global

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Theresa Webb
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Estadísticas y Reportes
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Jul 9, 2025
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En 2023, más de 49.300 personas se quitaron la vida en Estados Unidos, según datos del CDC. A nivel mundial, el suicidio se cobra más de 720.000 vidas al año, de acuerdo con la OMS. La cifra se traduce en una muerte cada 40 segundos. Lo que estas estadísticas no muestran es lo más alarmante: las muertes evitables, las señales ignoradas, y la desconexión emocional como síntoma estructural de un sistema que no está sabiendo cuidar lo más básico: las ganas de vivir.

Los suicidios son ya la cuarta causa de muerte en jóvenes de entre 15 y 29 años. En países como Estados Unidos, el fenómeno ha dejado de ser una anomalía estadística para convertirse en una realidad persistente. Las tasas en adultos mayores se mantienen altas (especialmente en hombres mayores de 75 años), mientras que la ideación suicida crece de forma preocupante en adolescentes y colectivos vulnerables como la comunidad LGBTQ+.

Los expertos advierten que la falta de inversión pública en programas de salud mental, el estigma cultural, la violencia emocional digital y la falta de políticas educativas que promuevan una comprensión profunda de la experiencia emocional están entre las principales causas de este fenómeno global.

El dolor que se transforma en propuesta

“En el año 2023, mi madre se suicidó, desde entonces, comprendí que hablar de la muerte también es hablar de la vida, y de todo lo que el sistema no está haciendo para sostenerla”, afirma Scarlet Ibarra, experta en desarrollo de consciencia y directora de Pulso Consciente.

“Como medio, creemos en la necesidad urgente de acercar a la población conceptos de paz interna, gestión emocional y educación en consciencia, no como herramientas espirituales alternativas, sino como fundamentos estructurales de una sociedad que desea sobrevivir con dignidad. El suicidio no es solo un hecho individual: es el reflejo de personas que no encontraron ningún lugar seguro dentro de sí mismas ni en el entorno que las rodeaba”, expresa.

Lo que los datos revelan (y lo que aún no queremos mirar)

  • En América Latina, la tasa de suicidios ha crecido un 17% en la última década, con especial aumento en países con alta desigualdad y poca cobertura en salud mental (OPS, 2024).
  • En Estados Unidos, el 55% de los suicidios se cometen con armas de fuego. La American Foundation for Suicide Prevention sostiene que una de cada cinco personas que mueren por suicidio no tenían diagnóstico previo, lo que habla de una brecha de prevención, más que de tratamiento.
  • En el Reino Unido, casos recientes como el de Immy Nunn —una joven que buscó ayuda y no fue escuchada por los sistemas de emergencia— han puesto el foco en la necesidad de reformar radicalmente los servicios de intervención inmediata.
  • Según la ONU, menos de USD $1 por persona al año sería suficiente para implementar estrategias eficaces de prevención del suicidio en países de ingresos medios y bajos. Sin embargo, el presupuesto destinado globalmente sigue siendo inferior al necesario.

¿Por qué seguimos fallando?

Las recomendaciones existen. La estrategia LIVE LIFE de la OMS plantea acciones claras: restringir el acceso a medios letales, fomentar el abordaje mediático responsable, capacitar a las redes comunitarias, y promover el seguimiento a personas en riesgo. Sin embargo, su implementación sigue siendo desigual y, en muchos países, simbólica.

La periodista británica Emily Reynolds, especializada en salud mental, lo resumía así: “Hemos hecho del sufrimiento una conversación personal, cuando lo que necesitamos es una conversación política”.

Consciencia como política pública

Para Scarlet, la transformación debe comenzar en la base: “Estamos convencidos de que la consciencia debe formar parte de la política pública educativa. Desde la primera infancia, debemos enseñar que nuestros estados emocionales no son errores, ni debilidades, ni causas de exclusión, sino parte de lo que significa ser humanos. La educación emocional es prevención. La gestión interna es salud pública”.

“Es urgente que los gobiernos y las instituciones comprendan que hablar de bienestar mental no es un lujo, es una responsabilidad. No estamos frente a personas rotas: estamos frente a sistemas que aún no saben mirar hacia dentro”, remarca.

¿Qué se necesita?

  1. Educación emocional estructural, desde los primeros años.
  2. Presupuestos reales, no simbólicos, para salud mental preventiva.
  3. Redes comunitarias de contención, que no dependan únicamente de plataformas digitales.
  4. Leyes que acompañen: como lo hizo Kenia en 2025, despenalizando el intento de suicidio, o como está comenzando a hacer el Departamento de Justicia en EE.UU. con reformas para evitar suicidios en cárceles federales.
  5. Periodismo ético, que informe sin sensacionalismo, con guías claras, contexto profundo y responsabilidad social.

No se trata solo de evitar muertes: se trata de construir ganas de vivir

Pulso Consciente asume la tarea de abrir el debate, instalar la urgencia y ofrecer una narrativa informada, empática y sin filtros. Porque hablar del suicidio no es alimentar el morbo: es responsabilizarse de que haya menos personas sintiéndose solas frente a su dolor.

“Esta nota no pretende concluir nada”, cierra Scarlet Ibarra. “Solo propone un nuevo comienzo. Uno donde la consciencia deje de ser una palabra esotérica y comience a ser una política. Porque cuando dejamos de acompañar emocionalmente a las personas, ya hemos empezado a perderlas”.