Adaptógenos: ¿superalimento o placebo espiritual? Una mirada consciente a la nueva medicina vegetal

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Scarlet Ibarra (Sca)
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Medicina Ancestral
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Jul 6, 2025
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En un mundo ansioso por respuestas rápidas al estrés crónico, al agotamiento emocional y a la sobreestimulación mental, los adaptógenos han cobrado protagonismo como aliados silenciosos del bienestar. ¿Moda pasajera o medicina ancestral revalidada por la ciencia?

Desde el ashwagandha hasta la rhodiola rosea, pasando por el reishi, el cordyceps o la albahaca santa, estas plantas —que por definición ayudan al cuerpo a adaptarse al estrés físico, químico y biológico— se han colado en cafés, suplementos, rituales de autocuidado y en los laboratorios de universidades reconocidas.

Pero ¿qué tan reales son sus beneficios? ¿Estamos frente a una promesa legítima para la salud mental o ante otra burbuja del marketing del bienestar?

Una definición que resiste al estrés (y al escepticismo)

El término “adaptógeno” fue acuñado en 1947 por el toxicólogo soviético Nikolai Lazarev, y más tarde investigado en profundidad por el Dr. Israel Brekhman. Para ser considerado adaptógeno, una sustancia debe cumplir tres requisitos: no ser tóxica, aumentar la resistencia inespecífica al estrés y normalizar las funciones fisiológicas.

Hoy, décadas después, estudios revisados por pares publicados en Phytomedicine, Journal of Ethnopharmacology y Frontiers in Pharmacology confirman que ciertos adaptógenos pueden modular el eje HHA (hipotálamo-hipófisis-adrenal), responsable de la respuesta al estrés. También se han observado efectos positivos en marcadores de ansiedad, fatiga y rendimiento cognitivo.

Un meta-análisis de 2021 de la Universidad de Medicina de Kaunas (Lituania), por ejemplo, concluyó que el rhodiola rosea presenta efectos “significativos y consistentes” sobre la fatiga mental, especialmente en contextos de burnout profesional. En paralelo, el ashwagandha ha demostrado efectos ansiolíticos y de mejora del sueño en estudios clínicos con doble ciego.

La industria del bienestar (y sus matices)

Sin embargo, con el auge del mercado del wellness, los adaptógenos no han quedado fuera del circuito del consumo masivo. El mercado global de adaptógenos superó los $10 mil millones de dólares en 2023, según Grand View Research, y se espera que crezca a un ritmo del 7.5% anual.

¿El problema? La estandarización, la calidad de los extractos y la falta de regulación estricta. Muchos productos comerciales contienen cantidades mínimas o no estandarizadas de principios activos. Aquí el desafío: separar el poder real de la planta de su narrativa de marketing.

“Una cosa es la planta en su forma medicinal tradicional, y otra es el polvo encapsulado con claims exagerados”, advierte la doctora Luisa Nogueira, médica integrativa y docente en salud funcional. “Debemos recuperar la relación sagrada con la planta y evitar convertirla en un suplemento más en la carrera de la autoexigencia.”

¿Aliados del alma o placebos con buen branding?

Mientras algunos críticos argumentan que los beneficios podrían deberse al efecto placebo, otros especialistas en neurociencia contemplativa defienden su uso dentro de un enfoque holístico de salud. “La consciencia con la que se consume una planta es parte del resultado. No todo tiene que probarse en un laboratorio. Pero sí debe respetarse”, dice Fran Miret, terapeuta de medicina integrativa y mindfulness.

Y es que en el mundo del desarrollo de consciencia, no se trata solo de qué se consume, sino desde dónde. Un adaptógeno no reemplaza una terapia profunda, ni sana traumas, pero puede ser un soporte físico-emocional en procesos de transformación.

Conclusión abierta: más que sí o no, es cómo y con qué intención

Pulso Consciente no busca entregarte una verdad absoluta. Como medio que educa desde la consciencia y la objetividad, creemos en el poder de ofrecer buena información, basada en evidencia y con espacio para la experiencia personal.

Los adaptógenos no son ni milagros ni enemigos. Son herramientas. Y como toda herramienta, requieren discernimiento, escucha interna y respeto por su origen.

En tiempos donde lo urgente intenta apagar lo esencial, volver a la planta —con ciencia, alma y verdad— puede ser un acto revolucionario.